EL CERRO DEL BRUJO

 

 

Muy buenos días estimados amantes de la ciencia ficción y el terror. El día de hoy les traemos un nuevo relato. 

 Su autora es Mariana Perez, quien se describe de esta manera: 

 "Mi nombre es Mariana Perez, uso el seudónimo de EMME P en el relato. Nací en Venezuela, pero a causa de los problemas políticos del país y la falta de trabajo mi familia se mudó a Estados Unidos cuando tenía 15 años. La lectura y escritura son mi escape y felicidad. Una de las mejores noticias en mi adolescencia fue cuando mi papá me llevó a una biblioteca pública con cientos de libros para leer.

He ganado tres premios, el primero fue con el relato “The things I learned as a granddaughter”, la ciudad de North Salt Lake, Utah me premió con el segundo lugar. Además, La fundación SOMOS en Florida me premió con otro segundo lugar por el relato “El Oasis” y el tercero es más reciente en donde mi relato titulado “Reflejos” será publicado con la revista Hispanic Culture Review con la universidad George Mason. En abril del 2021 auto publiqué mi primer libro llamado “Liberar”

Estudié Sociología y Criminología en la Universidad de Weber State, Ogden, Utah, Estados Unidos. Terminé mi título graduado en Literatura Española y Latinoamericana en la universidad estatal de Idaho. Me encanta aprender y compartir lo que sé con otros".

Su relato se titula "El cerro del brujo".

¡Que lo disfruten!



EL CERRO DEL BRUJO

La hacienda de mi abuelo se encuentra a 15 minutos de mi casa en Venezuela. Lo primero que hago al llegar es saludar a todos, a los empleados que están ocupados haciendo queso en bateas, y a la docena de perros que cuidan el lugar, después salto en la cerca de los potreros y saludo a los chivos y los cochinos que comen mientras las vacas pastorean en el campo. finalmente, busco a mi yegua favorita, Blanquita, la ensillan y salgo en ella galopando por los caminos de la hacienda a mil por hora. Cuando Blanquita y yo nos cansamos de andar rápido, volvemos a paso de tortuga a las instalaciones principales. Conozco los caminos como la palma de mi mano, cierro los ojos y dejo que la yegua me lleve, puedo escuchar los pájaros al pasar, el turpial cantar, las liebres corretear entre los matorrales, los cientos de lagartijas pasar por la arena, y los sonidos lejanos de las vacas y los chivos, todos esos sonidos se unen al calor húmedo del Zulia. Para cualquiera podría ser una tortura, pero para mí es un Edén.

Al llegar a la base de mi cerro favorito, ato a Blanquita a un árbol cercano, busco un área cerca del pozo que está al lado, por si se acalora puede beber agua. Por lo regular no subo el cero sola pero hoy siento que lo puedo hacer sin ayuda. El ascenso a la cima es como andar en mi casa, las piedras, aunque muchas y sueltas, me parecen fáciles de andar y todo es conocido. El sol me quema la piel, pero el sudor me refresca, ayudándome a escalar con rapidez. De cada rato miro hacia arriba con la vista en la cima y camino a paso fuerte, sin miedo y con precisión, solo miro abajo para asegurarme que Blanquita sigue allí esperándome.

Para mi sorpresa llego a la cima y no estoy cansada. Las cientos de veces que había subido con mi familia desde que podía andar me han dado confianza y agilidad. Al caminar en la cima me percato que estoy en el cerro más alto del área. Puedo ver las instalaciones de la hacienda, el pozo de agua al lado, y los kilómetros de verde hasta que la vista se me pierde. Tantos árboles, tan distintos y grandes. Diviso al Araguaney con sus hojas amarillas y al Cabimo con sus copas altas y frondosas.

Me doy vuelta de nuevo y veo al otro lado de la cima el motivo principal de mi escalada, las ruinas de la casa del brujo. Por años mis padres me han contado la leyenda, y han sido noches enteras que esa misma leyenda me ha quitado el sueño.

El brujo era un hombre común y corriente que por razones extrañas construyó una casa en ese cerro, cuando la hacienda no pertenecía a mi abuelo. La gente veía la casa blanca desde lejos, y se preguntaba ¿por qué ese hombre la había construido ahí?, ¿tan apartado del mundo? El tiempo pasó y se escuchaban rumores de hechizos, sacrificios de animales y brujería. La gente empezó a sospechar que aquel hombre no solo era extraño, sino que también era brujo.

En esa época también empezaron a ocurrir crímenes poco comunes en la ciudad y el más notable fue la desaparición de jóvenes, muchachas bellas entre las edades de 16 a 21 años. Nadie pensaba que las acciones del brujo y las desapariciones estaban relacionas, hasta que una joven escapó a una aldea cercana a la casa en donde la encontraron con marcas de tortura y malnutrición, casi sin habla solo mencionaba - el brujo lo hizo -

La gente de la aldea enfurecida fue a buscar a aquel hombre en la cima del cerro. Después de golpearlo lo entregaron a la policía en donde poco después murió, sin mostrar remordimiento y sin decir nada de lo que había pasado con las demás jóvenes.

Ahora que me encuentro en aquel lugar pienso si ellas están enterradas debajo de las ruinas de la casa. Si debajo de aquel piso ya corroído por los años, el agua y la yerba están sepultados los cadáveres de las jóvenes que aún no pudieron encontrar.

De repente, un viento frio me pasó por la nuca, me di vuelta, y el cielo que hace momentos era azul ahora se había pintado de negro. El horizonte se llenó de agua y los rayos tales como los del Catatumbo se acercaban rápidamente.

Bajé con cuidado, pero sin perder el ritmo, porque también me había agarrado el miedo de que alguien me perseguía. Al llegar, solté a Blanquita y me subí a ella rumbo a las instalaciones de la hacienda. En seguida empezó a caer un aguacero, de esos que parece que se cae el cielo en forma de agua, y es tanta que te hace jadear y no puedes respirar. Blanquita bajo el trote y todo se volvió un barrial, el pozo se desbordó y no pudimos seguir más. Debajo de un Araguaney nos quedamos a esperar que la tormenta pasara, pero sentía que de repente saldría el brujo a llevarme por haber ido sola a las ruinas de su casa.

En ese momento me di cuenta de que la oscuridad de la tormenta empeoraba, aunque apenas era el mediodía, una neblina imposible se acercaba a donde estaba, pero en vez de temer, me paré erguida, agarré las riendas de Blanquita y la mandé a que buscara ayuda, quedándome sola a enfrentar aquello que me acechaba. Respiré profundo y mantuve mi mente de catorce años tranquila y cuando la oscuridad y la neblina estaban por tocarme, escuché la voz de alguien que llamaba mi nombre, me volví y apareció mi padre junto con mi abuelo y los trabajadores. Cuando mi padre llegó a mí y me levantó de un abrazo pude darme cuenta de que ya no había oscuridad y neblina solo el sonido de la lluvia y los rayos lejanos que anunciaban el paso de la tormenta.

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